Horas Joánicas

Taizé

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Salmo 8


es
199707
Julio 1997
Salmo 8

Himno de asombro y de alabanza, el salmo 8 celebra el Dios que se ha revelado a trabés de las realidades creadas. El autor presenta al Señor bajo los rasgos de un rey lleno de majestad que forma el universo luchando contra las fuerzas del caos (v.2-4). Después, contemplando las maravillas del mundo hechas por Dios, sus pensamientos se dirigen hacia el ser humano, cuya pequeñez contrasta con la grandeza de lo que le rodea.

En ese momento, el salmista realiza un giro. No, este ser aparentemente frágil y vulnerable es de hecho la pierra angular de la creación. Dios le hace partícipe de su realeza, con el fin de que todos los seres creados puedan vivir en harmonía. Le verbo "dominar" (v.7) no tiene aquí una connotación de opresión o de explotación, sino que describe más bien la tarea de un rey: hacer que reine la justicia en el país y ser fuente de bendición para los suyos (cf Sal 72). El ser humano tiene como vocación permitir que el conjunto del universo irradia la gloria divina. Por eso, la carta a los Hebreos aplica este salmo a Cristo (He 2.5-9): a través de la sumisión de su Hijo, Dios revela y comunica al corazón de nuestro mundo el resplandor de su Amor. La "sumisión" de todas las cosas a su Hijo (cf. 1 Co 15.20-25; Ep 1 22-23) sólo tiene una finalidad: liberado de todo poder de destrucción, toda la humanidad puede acoger por medio de él la vida en plenitud.

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¿Cómo descubrimos la presencia divina en el mundo?

¿Por medio de qué estilo de vida y de qué actos podemos realizar nuestra vocación de ser, al igual que Dios, guardianes de la creación?

¿Cómo Cristo nos hace comprender la verdadera vocación del ser humano?



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